EL IMPACTO DE LA POLÍTICA MONETARIA: ¿POR QUÉ NO BAJAN LAS TASAS DE INTERÉS?
Desde principios de 2009 el banco central inició un proceso de reducción de sus tasas de interés, un proceso que se aceleró fuertemente entre mayo y agosto, luego que, desde el mismo banco central, se predijera que las tasas de interés de los créditos tenderían a bajar más. Más aún, se dijo habría un impacto importante para el ciudadano de a pie y su mes a mes.
Sin embargo, han pasado los meses y, pese a que las adicionales reducciones de la tasa del banco central fueron mucho más agresivas que lo esperado, las únicas tasas que han bajado en similar medida, como el mismo banco central lo muestra en su programa monetario, son las tasas de interés de corto plazo de los créditos comerciales corporativos. En cambio, las tasas de interés de los créditos de consumo, las que pagan los ciudadanos de a pie, no sólo no han bajado, sino que han seguido subiendo, y mucho.
La aparente paradoja, que muchas de las tasas de interés de los créditos no comerciales siguen una tendencia diferente que dictada por la tasa de referencia del banco central, en realidad no es nueva.
En el periodo comprendido entre mediados de 2004 y fines del tercer trimestre de 2008, justo cuando se profundizó la actual crisis financiera internacional, el banco central había subido su tasa de interés de referencia desde 2.5% hasta 6.5%, es decir, había subido un total de +400 puntos básicos. No obstante, en ese mismo periodo, las tasas de interés demandadas por los bancos para conceder nuevos créditos de consumo se redujeron en -700 puntos básicos, pasando de 42% a 35% de tasa efectiva anual. Es decir, en lugar de subir, bajaron.
Algo similar pasó con las tasas de interés que se cobraban a los créditos hipotecarios y a los créditos de microempresa. Las primeras tasas de interés pasaron de niveles de 16% a menos de 10% y las segundas de 50% a 35%. Es decir, tampoco subieron como lo hizo la tasa del banco central, sino que se redujeron en casi -600 y -1500 puntos básicos.
Las únicas tasas que sí subieron, como la política monetaria lo buscaba, aunque en menor medida, fueron las demandadas a los créditos comerciales, pero lo hicieron en una menor medida: pasaron de un 8% a casi 11%, es decir, subieron sólo +300 puntos básicos. La explicación que se dio en ese entonces fue la apabullante competencia entre los proveedores de crédito dirigidos a los segmentos de créditos no comerciales, es decir, en los créditos dirigidos a las personas y a los microempresarios.
Ahora bien, entre enero y agosto de 2009 el banco central redujo su tasa de referencia desde 6.5% hasta el 1.25%, es decir, la bajó en -525 puntos básicos. Sin embargo, en ese mismo periodo las tasas de interés cobradas por los nuevos créditos de consumo pasaron de casi 38% a 44%, subiendo +600 puntos básicos, mientras que las tasas de los créditos hipotecarios, de microempresas y comerciales sí bajaron, pero en mucha menor medida, en promedio bajaron sólo en -200 puntos básicos (de 12% a 10%), en -100 puntos básicos (de 35% a 34%) y en -350 puntos básicos (de 11% a 7.5%), respectivamente.
La explicación que han ensayado ahora, en muchos casos fuentes cercanas a los mismos proveedores de crédito, es que en el caso de los créditos de consumo la tasa de morosidad se habría incrementado (subida mucho menor y cuyo sustento es altamente cuestionable), mientras que en el caso de las otras tasas de otros créditos, que están disminuyendo en mucha menor medida, la explicación propuesta (y rebotada después por el mismo banco central) es que empezarán a bajar más en los futuros meses (sin explicación de qué estarían “esperando”).
Pero, ¿cuál podría ser la real explicación desde el punto de vista de un banco central? ¿Puede una mayor cantidad de bancos ahora hacer que las tasas suban en lugar de bajar? Una mayor concentración de mercado, pese a haber un mayor número de competidores, podría ser una explicación. Otra respuesta posible es que nunca hubo una apabullante competencia. En cualquier caso, ¿y la tasa del banco central no siempre cuenta? Saber la razón de fondo es fundamental para conocer la efectividad real de la política monetaria y hacer un diagnóstico certero de qué se puede hacer para mejorarla.
Sólo una evaluación adecuada de la realidad permitirá comprender a través de qué mecanismos puede la política monetaria de un banco central afectar a la economía como la teoría predice que lo hará cuando se utiliza la tasa de referencia del banco central como instrumento.
En los modelos básicos de economía se demuestra que uno de los principales mecanismos de transmisión monetaria, no el único, es el de los canales tradicionales de las tasas de interés. Es decir, una política monetaria expansiva conduce a una reducción de las tasas de interés reales, las que a su vez disminuirán los costos de capital generando un incremento en los gastos de inversión. Y un efecto similar observará para los gastos de consumo. Esta mayor inversión (y consumo) conducirá a un aumento de la demanda agregada en la economía y a un aumento de la producción (y el empleo).
En cambio, si la supuesta política monetaria expansiva, instrumentada con una reducción sostenida de su tasa de interés de referencia, no logra reducir las tasas de interés de los créditos que se otorgan en la economía entonces no se logra el incremento en los gastos de inversión (ni de consumo). Y si hay una menor inversión (y consumo), se reduce la demanda agregada y se reduce la producción, lo cual a su vez reduce la generación de empleo. ¿Acaso ésta es una de las razones por las cuales la demanda y la actividad económica han caído tan drásticamente en lo que va de 2009?
Ahora bien, para reducir las tasas de interés reales, la política monetaria debe básicamente lograr reducir las tasas de interés nominales. Obviamente si además el banco central se comprometiera públicamente con una futura política expansiva, también se lograría incrementar el nivel de precios esperado por los agentes económicos, lo cual podría reducir aún más las tasas de interés reales actuales. Sin embargo, actualmente este segundo escenario (de coqueteo con una mayor inflación futura) sólo está siendo implementado por los bancos centrales de los países desarrollados ante el fortísimo impacto de la crisis en sus economías. Por ende, la política monetaria básicamente debe ser capaz de reducir las tasas de interés nominales, pero no sólo de un modo cuantificable sino, sobre todo, de un modo predecible.
El problema es que todo indica que en el Perú esto dista bastante de suceder. Por ello, actualmente la política monetaria continúa teniendo la imperiosa necesidad de rediseñar mejor sus actuales instrumentos de política. Son estos instrumentos operativos los que le indicarán a toda la economía (y no sólo a unos cuantos) si la política monetaria es laxa o rigurosa, si es expansiva o contractiva.
Es esto lo que realmente potencia el otro canal de transmisión de la política monetaria en el largo plazo, el de las expectativas y la credibilidad de los diferentes agentes en la economía. Si no, cómo se supone que se debe comportar el gasto de los consumidores si las tasas de interés de los créditos de consumo suben o las de los créditos hipotecarios casi no bajan, pese a que el banco central hace fuertes reducciones en su tasa de referencia.
La idea central es que si se ha elegido como instrumento operativo una tasa de interés de referencia para los préstamos interbancarios, que son los préstamos que se supone que los bancos se hacen entre sí, debe poderse vincularla efectivamente con una meta intermedia, una meta más amplia, como las tasas de interés de todos los préstamos bancarios de la economía, no sólo la parte de los segmentos corporativos de la banca comercial que en última instancia pueden recurrir al mercado de capitales, cosa que no pueden hacer los demás agentes, menos los ciudadanos de a pie. ¿Por qué aún no se logra?
Este vistazo a los efectos básicos de la política monetaria en el Perú sobre las tasas de interés que enfrentan la mayoría de agentes, los no corporativos, evidencia las enormes distorsiones que aún se presentan en nuestro mercado, muchas de ellas referidas a la propia arquitectura financiera y monetaria. Estas distorsiones inhiben una efectiva competencia y, por el contrario, y ante la inexistencia de una ley antimonopolio, terminan promoviendo la creciente posición de dominio de unos pocos por la cada vez mayor concentración en el mercado. Una mayor concentración que no sólo perjudica directamente a los consumidores y hace menos competitivas a las empresas más pequeñas, sino que hace más vulnerable al sistema en su conjunto.
Etiquetas: Defensa del consumidor, Política monetaria, Tasas de interés
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