LAS PYME: ENTRE LA IN-FORMALIDAD Y LOS DES-INCENTIVOS TRIBUTARIOS
por Edgar Jiménez Sotelo† (jimeneze02@alum.darden.edu)*
Mucho se ha hablado sobre las cifras de la presión tributaria a lo largo del tiempo, así como sobre las famosas y perversas exoneraciones tributarias que se pueden calcular sumando y restando. Lo que hasta ahora no se ve, porque no se quiere ver, es cuántos tributos e impuestos se dejan de pagar en el día a día mientras todos nos hacemos la vista gorda.
Comencemos por algo sencillo y cotidiano: cuándo usted toma un taxi ¿le dan una factura o boleta? No. ¿Pero si usted exige que se la den? Probablemente se reirían porque pensarían que es una broma. ¿Existen empresas que las dan? Por supuesto que sí, pero eso es una mínima minoría, las que hacen servicios a algunas empresas y a cierto tipo de turistas, y paramos de contar.
¿Ha hecho algo nuestro supervisor tributario para revertir esto o situaciones similares? ¿Le interesa a un trabajador independiente de la calle dar una boleta o factura por su servicio? ¿Le interesa pedirlas a su vez a los que le venden o dan servicios (como la estación de servicio donde llena gasolina)? ¿Le interesaría reportar sus ingresos? Por su puesto que no: no tiene ningún incentivo para hacerlo.
Otro ejemplo cotidiano es el de la venta en los mercados de abasto tradicionales y en las llamadas paraditas. ¿Alguna vez recibió de ellos una boleta de venta? Probablemente nunca. ¿Tienen ellos alguna exoneración especial? El ciudadano común de a pie no lo sabe y tampoco le interesa saberlo.
Un ejemplo más genérico. Si alguna vez pidió una factura, seguro que habrá recibido como respuesta una frase parecida a ésta: “si es con factura, es 19% adicional”. ¿Qué significa esto? Que ser formal tiene un costo muy alto y que muy pocos están dispuestos a pagarlo. Es decir, que si usted quiere la factura, usted debe pagarla, y le va a costar un 19% del valor de lo que compre.
¿Qué debería hacer el supervisor tributario? ¿Hacer redadas y obligarlos a tributar? Esto es simple coerción y la experiencia demuestra que a la larga no funciona. Precisamente como en el fondo sucede con otras medidas como las detracciones, las retenciones, los ITF, los IAN, etc. Muchos dirán que sí funcionan porque ahora se recauda más, pero no ven que en el largo plazo estas medidas hacen mucho más ineficiente el hacer negocios en el país. La razón es simple: disuaden a los potenciales nuevos contribuyentes y exprimen a los contados que sí contribuyen.
Para hacernos una idea más realista, se puede hacer una simple clasificación de negocios desde el punto de vista de su “nivel de informalidad”. Existen los “absolutamente informales” que no reportan nada de sus ventas y para la Sunat no existen. Luego están los “muy informales” que reportan lo mínimo, hasta un 25% de sus ventas, diríamos. Después están los que típicamente conocemos como “informales” que reportan entre el 25% y el 75% de sus ventas. A continuación están los “casi formales” que reportan del 75% al 99% de sus ventas. Finalmente están los “súper formales” quienes siempre reportan el 100% de sus ventas.
¿Qué porcentaje de empresas está dentro de cada grupo? Valdría la pena hacer un estudio de esto, pero lo más importante sería saber qué movimientos hay de un grupo a otro cada que aparece una nueva norma tributaria o un nuevo impuesto. Así podría contarse con una mejor herramienta de evaluación de la efectividad y del costo-beneficio que representan para el país cada una de las normas tributarias que se dictan.
Pero si de incentivos y desincentivos se trata, analicemos ¿qué incentivos actualmente da la Sunat a una empresa nueva que quiera ser formal? Que se sepa, ninguno. Más bien lo que hay son desincentivos. Para graficar, un ejemplo. Usted inicia un nuevo negocio de transformación y comercialización y, como no quiere comenzar con el pie izquierdo, comienza con clientes grandes, que sean solventes, que no le vayan a “cabecear”. Cuando reciba su primer pago por su primera venta verá que recibe 6% menos (retención). Luego al reportar su primer mes de ventas tendrá que pagar 2% sobre el total de ventas efectuadas. A esta “merma de liquidez”, debe añadir las normales “mermas” del giro del negocio, ya sabe que no hay negocio que comience ganando desde el primer día. Así comienzan a acumularse una suerte de “seudo pérdidas operativas”.
Si su negocio comenzó con un capital de S/. 20,000 soles, con un margen modesto (competitivo) e inicialmente comienza facturando S/. 10,000 mensuales, pero luego de 5 meses termina facturando S/. 100,000 soles mensuales (o sea tiene un negocio exitoso), entonces se dará con la ingrata sorpresa que en la realidad usted estará “prácticamente quebrado”. Y esto no se deberá a que sus estados financieros muestren pérdida total del capital invertido (¡!), sino porque su negocio estará “iliquido”, ya que toda su liquidez… ¡lo tendrá la SUNAT! ¡incluso más que su propio capital invertido!
Pero claro, como usted es un empresario de empuje, que no se deja vencer, ha logrado conseguir un préstamo contra el capital de sus EEFF, pero lo ha tenido que hacer haciéndose pasar por empleado de rango medio superior ¿por qué? Porque si a usted el banco lo considera como microempresario será como una maldición: le cobraran tasas de intereses de 24% a 60% anual, como mínimo. En cambio, como empleado usted podría conseguir hasta un 6% para un crédito vehicular, en el cual usted hace pasar su camioncito por una camioneta para uso personal, claro, si algún banco se lo cree. O sea, que la formalidad le habrá costado tomar un préstamo que de otro modo podría no haber requerido, esto hasta que la Sunat le devuelva su capital y sus ganancias, sin contar con el costo de oportunidad incurrido.
No obstante, dicen que hay una tabla de salvación para el empresario: la Sunat devuelve las retenciones en exceso después de 3 meses sin uso. Pero claro, después de la solicitud usted tiene que esperar 45 días útiles más, o sea, 2 meses calendario más. Entonces, por supuesto, pasan los 5 meses y su solicitud entra en silencio administrativo, pero nadie le devuelve nada. Está en el mes 6, al borde del colapso, llama, pero le dicen que tiene que esperar. Espera y vuelve a llamar y le dicen que espere, que si no está contento usted puede irse a la vía contenciosa o judicial, donde la Sunat tendría 6 meses más para responderle, o puede quejarse con la oficina de Defensoría del Contribuyente para que le den apoyo psicológico, porque ahí se enterará que hay casos peores.
Se va por el mes 7, tiene que pagar sueldos y gratificaciones, pagar proveedores y pagar más a la Sunat, aparte de lo que le sigue reteniendo adicionalmente por cada nueva venta que hace. Y, claro, lo tiene que hacer puntualmente para que algún día lo nombren buen contribuyente, y así el calvario sea más llevadero.
Finalmente, a Dios gracias, le pagan, pero no se arregla su problema de iliquidez: con la demora la Sunat se ha ido consumiendo más dinero y ahora no sólo tiene que esperar 3 meses sin uso del nuevo dinero retenido, sino que, además, tiene que esperar también 3 meses adicionales más desde la última solicitud de devolución para hacer una nueva solicitud ¡de ripley!…pero es la verdad.
Entonces ¿cree usted que alguien en su sano juicio volvería a jugarle limpio a la SUNAT en un próximo negocio que abra? Probablemente si usted lo hace, le aparecería una aureola y le harían una efigie bonita, al lado de San Martín de Porres y de Santa Rosa de Lima, porque entonces usted se habrá convertido en un santo. ¿Acaso es así como se aumenta la recaudación tributaria? ¿A costa de mayores retenciones de liquidez a los mismos contribuyentes que no generan obligaciones de tributar en la misma proporción y que por tanto se ven obligados a “financiar” el incremento en la recaudación tributaria?
Éste es un ejemplo real, apenas una esquina pequeña de la realidad de las micro y pequeñas empresas que se hallan frente a los des-incentivos de la in-formalidad. Para muestra basta un botón y no toda la verborrea de apoyo a las pyme, con las que los políticos se llenan la boca todos los días. Menos aún de las intervenciones operativas de la Sunat, que ante el primer informal que encuentra en la calle se rasga las vestiduras y lo cree delincuente, cuando sus propios empleados ven el día a día en las calles y viven igual que el resto de mortales como usted, en medio de la formalidad e informalidad y todas sus variantes ¿doble estándar moral? ¿hará alguien algo al respecto?
* Ingeniero por la Universidad Agraria La Molina y MBA por la Universidad de Virginia (EE.UU.)
Etiquetas: Desarrollo económico, Política tributaria
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