Economía y Finanzas para Todos

Bitácora de artículos de opinión y análisis sobre diferentes debilidades de la economía y las finanzas en el Perú, desde un punto de vista técnico, imparcial e independiente. Los artículos buscan exponer estas debilidades, en un lenguaje sencillo y accesible, con la finalidad de concienciar y promover las mejoras y reformas necesarias en beneficio de todos.

2005-09-20

REFORMA LABORAL Y MODELO DE DESARROLLO: UN ANÁLISIS DIFERENTE


Precedidos de una intermitente y prologada campaña de “concienciación” por parte de los gremios empresariales, los dos principales argumentos esgrimidos por el regulador laboral para proponer una reducción del periodo vacacional han sido: que dicha medida ayudaría al país a ser más “competitivo” y que, sobre todo, dicha medida permitiría eliminar el empleo informal en el país. Más aún, se ha dicho que el pago de gratificaciones y CTS constituyen sobrecostos para la generación de empleo formal. En realidad, estos argumentos son cuestionables y muestran miopía en la implementación del modelo de desarrollo que se propone para el país.

En primer lugar, cabe preguntarse qué tipo de eficiencia empresarial es aquel que pretende “competir” con la exigencia, nada solidaria por cierto, de un “mayor aporte gratuito” de horas hombre anuales por parte de sus trabajadores, en todo caso ¿qué garantiza que toda esa “reducción” de costo laboral será trasladada a los precios de toda la economía y no a dividendos? Como se sabe la legislación laboral peruana establece que el número “máximo” de horas de trabajo por semana es de 48 horas; sin embargo, según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) 2002, el 33.4% de los trabajadores en Lima laboran más de 60 horas semanales ¡a un promedio de 71.7 horas semanales! Es decir, más de un tercio de trabajadores ya “aportan” un 49.4% de horas semanales “adicionales” al máximo al que debieran estar legalmente obligados*.

Evolución del PBI y del empleo
En segundo lugar, la reducción del periodo vacacional no permitiría aumentar el empleo formal. Es evidente que el “ahorro” que esto les representaría a los empresarios “informales” no les justificaría renunciar a las demás “ventajas” de su actual “informalidad”. No por nada ha fracasado la Ley de la Micro y Pequeña Empresa que ofrece “formalidad” laboral sin CTS, sin gratificaciones y con sólo 15 días de vacaciones. A un empresario que tenga operaciones informales que representen más del 50% de su negocio, le da igual que sus trabajadores tengan 15, 30 o 45 días de vacaciones, con o sin CTS, igual, no los pondrá en planilla.

En vez de aumentar el empleo formal, la reducción vacacional lo deterioraría por el conocido efecto de desplazamiento. Así, una empresa formal que tenga 24 empleados en planilla podría seguir contando con las mismas horas laboradas al año, si despidiera a uno de ellos (o no le renovara su contrato temporal vigente) y se quedara con sólo 23 trasladados a la planilla de otra empresa relacionada (de manera voluntaria, claro). De este modo, a nivel agregado, menos gente terminaría trabajando formalmente más horas al año por la misma remuneración, ¡qué competitividad!

En tercer lugar, ¿qué relevancia puede tener para el empleador el hecho de dividir el desembolso de su gasto anual de mano de obra en 12 o 14 o 15 pagos al año? Cualquier contador debería poder explicarle que, con una aplicación correcta del principio del devengado, en cualquier caso registrará el mismo gasto mensual durante todo el año. No se trata de “sobrecostos” porque son parte de las remuneraciones totales recibidas por el trabajador. Su eliminación significaría una reducción de la remuneración anual percibida. Su redistribución forzosa en 12 pagos al año sólo buscaría engañar al ingenuo que se crea la “ilusión monetaria” de que gana más si lo “mismo” se reparte entre 12, que si se reparte entre 14 o 15. En cambio socialmente sí es deseable, pues, procura un ahorro forzoso que la mayoría no está dispuesto a hacer. Un ahorro forzoso para el gasto estacional por fiestas, que representará más ingreso estacional para otros, y un ahorro forzoso para las temporadas de desempleo inevitables en la vida de los trabajadores.

En cambio, si el regulador laboral prohibiera eficazmente la perversa práctica empresarial de exigir jornadas excesivas a sus trabajadores, generalmente sin compensación y bajo amenaza velada de despido (o la no renovación del contrato temporal), se lograrían dos efectos social y económicamente deseables. Por un lado se incrementaría la actual “autorrestringida” demanda laboral: si una empresa demandara sistemáticamente más horas de trabajo por día entonces debería contratar más horas hombre, así como debería comprar más insumos o más mercadería para vender más. Por otro lado, los trabajadores sí tendrían real libertad de escoger cuántas horas de trabajo (y de ocio) desean.

La ausencia de inspecciones laborales “efectivas” ha permitido que se generalice la práctica de pagar un sueldo fijo por mes y se exija cada vez una mayor jornada laboral. Esta práctica ha ayudado a aumentar la crisis en el empleo, generando un mayor exceso de oferta al que debiera, aumentando el poder de negociación de los empleadores e incrementando la desigual distribución del ingreso. Como consecuencia de esto, el mercado laboral se ha vuelto más rígido para el trabajador: ¿acaso hay posibilidades serias de conseguir empleos de medio tiempo (4 horas diarias)? ¿acaso hay empleos de sólo fines de semana y feriados? Total, para qué, si el que debía trabajar 8 horas, ahora trabaja 12 o 14 horas diarias; no sólo de lunes a viernes, sino todo el sábado y, muchas veces, también domingo, por el mismo precio.


Con distorsiones como las indicadas, la teoría convencional del mercado de trabajo no funciona. Por el contrario, lo que en la realidad se termina alentando es un ineficiente uso de la mano de obra, ya que se desincentiva a los empresarios a buscar un aumento de la productividad laboral por hora contratada, lo que además permitiría un aumento del salario real por hora. Es decir, lo que realmente importa para ser competitivos no depende de la mano de obra barata “per se”, sino de su productividad y eficiencia. De lo contrario, todos los empresarios de los países desarrollados ya estarían quebrados.

¿Y qué tiene que ver esto con el modelo de desarrollo que se propone para el país? Mucho. El respeto de los horarios de trabajo, las vacaciones y los feriados permite también que la gente disfrute del ocio. La base de toda vida feliz está precisamente en la capacidad del hombre para emplear debidamente el ocio. Sin embargo, el esquema actual produce una escasez de ocio en la población económicamente activa y esto amplifica la pobreza. Precisamente en torno al ocio muchos países han montado una industria importante dentro de su modelo de desarrollo. La industria del ocio se refiere a todas las actividades económicas relacionadas con el entretenimiento, la alimentación, el transporte, la hotelería, el arte, la cultura y el turismo. Para dar una idea de su importancia en tales países, en 2003 el Instituto de Estudios del Ocio de la Universidad de Deusto estimó que la industria del ocio representaba aproximadamente un 30% del PBI en España, el tercer país receptor de turistas del mundo, detrás de EEUU y de Francia,

De ahí que, si se han identificado ventajas comparativas en el turismo como parte del modelo de desarrollo para el Perú, su potenciación requiere de la implementación de infraestructura relacionada con la industria del ocio. Al fin y al cabo, los distintos tipos de turismo tienen como finalidad, directa o indirecta, el entretenimiento, el producto de la industria del ocio. El potencial de las actividades turísticas es tal que la OIT estimó que dichas actividades en 2001 ya daban empleo al 10% de la fuerza laboral del mundo, con tendencia al alza. Sin embargo, ocio y turismo requieren clientes, turistas, es decir, requieren gente con ocio, con tiempo libre, que puedan disfrutar de suficientes vacaciones y de planificados puentes y feriados.

¿Y por qué son necesarios turistas internos? Porque son los que crean la masa crítica para la industria en sus primeras etapas, pero sobre todo porque son los que van a los destinos menos importantes, a los que los turistas extranjeros no irán. O acaso será posible que miles de turistas extranjeros vengan a visitar todas nuestras 194 provincias con sus 1,828 distritos, o todos los 69,951 centros poblados que lo componen. El ocio y el turismo internos son una oportunidad para reducir la desigual distribución del ingreso nacional, especialmente entre las zonas urbanas y las zonas rurales. Siguiendo con el ejemplo de España, más del 50% de sus turistas son nacionales.

Con una medida miope como la propuesta, y sin inspecciones eficaces que disciplinen el mercado, se reduce el potencial de ocio de los clientes internos a la mitad, cuando lo que se requeriría en realidad es flexibilizar el descanso vacacional, que no sea necesario cumplir un año para salir de vacaciones, que se puedan tomar por días, que se promuevan los fines de semana largos y los puentes, no sólo para los sectores públicos sino para los privados, cuyos trabajadores mayor capacidad de gasto tienen. La industria del ocio tiene la ventaja que genera oportunidades precisamente en aquellas zonas geográficas en las que la industria tradicional no ha podido desarrollarse, de esas que en el Perú abundan. Medidas así negarían la posibilidad de salir de la pobreza a muchísimos pueblos y comunidades campesinas, olvidadas por el centralismo y la desigual distribución de oportunidades que lamentablemente aún predomina.

Al final siempre habrá algunos “empresarios” que preferirían ser “competitivos” a través de los abusos laborales que permite la informalidad. En EEUU y otros países desarrollados, a eso se le llamaría ilegalidad y sería un delito. La propuesta de reducir el periodo vacacional, sin mayor respeto por el trabajador, en términos de otorgar una remuneración en proporción equitativa a las horas trabajadas, pareciera que ideológicamente sólo tuviera en mente dos cosas: conservar la integridad física mínima de la fuerza de trabajo y asegurar su reproducción. A estas alturas de la historia, el papel de los esclavos hay que dejarlo a las máquinas.

* Para una discusión alternativa de ésta y otras estadísticas, se puede revisar el estudio “Horas de trabajo: Determinantes y dinámica en el Perú urbano” de Gustavo Yamada en Documento de Trabajo 71, CIUP/CIES, 2005.

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